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domingo, 13 de abril de 2008

Dos altares custodian las reliquias de la iglesia de Soandres

La parte inferior de los retablos fue dotado de un mecanismo de apertura
Fotografías p. lamas

Pilar Prego
13/4/2008
Muchas de las iglesias de la zona albergan un patrimonio histórico y artístico indudable, una riqueza que en ocasiones se ve incrementada por hallazgos que suponen un valor añadido para los templos.
Los trabajos que en numerosas ocasiones se llevan a cabo para el acondicionamiento de los recintos religiosos traen consigo descubrimientos inesperados. Esto fue lo que sucedió hace cuatro años en la iglesia del antiguo monasterio de San Pedro de Soandres (A Laracha).
Las obras de restauración que tenían como objeto los retablos y el suelo de los ábsides laterales trajeron consigo un hallazgo inesperado: el descubrimiento, bajo los retablos, de dos mesas de altar de piedra.
Reliquias
Cada uno de los altares está formado por una gran mesa de piedra sustentada por cinco soportes. El del lado izquierdo (Evangelio) destaca por una factura mucho más elaborada y de mayores dimensiones que el derecho (Epístola). Las columnas presentan unos fustes monolíticos de sección cuadrangular y de buena calidad, siendo el desarrollo de su capitel uno de los elementos de mayor interés para su estudio estilístico y cronológico.
Al visualizar ambos altares cabe preguntarse por la disposición de los soportes en la parte central, ya que los cuatro restantes son suficientes para cargar el peso de la gran losa superior que funciona como mesa.
El cometido de estas columnas nada tiene que ver con una misión estructural, sino con otra mucho más simbólica y que enraíza con la antigua costumbre medieval de depositar las reliquias de un santo en el acto de la consagración de la iglesia o de los altares, funcionando como verdaderos sepulcros que otorgan al lugar y su contexto de una sacralidad indiscutible.
Orígenes
La causa de la disposición de reliquias sobre los altares se remonta a la Edad Media. Son diversas las hipótesis que vinculan la presencia de relicarios en estos lugares. López Ferreiro en Lecciones de arqueología cristiana, las explica desde una vertiente histórica, es decir, por la primitiva tradición de ubicar los altares en las inmediaciones de los sepulcros de los mártires; una vertiente simbólica, entendiendo la mesa de altar como símbolo de Cristo y, por lo tanto, dando a entender que los mártires están con él, y, por último, relacionando la visión de San Juan en la Liturgia Celeste, ya que fue bajo una mesa de altar donde se le aparecieron las almas de los mártires.
Lo cierto es que la práctica de estas mesas como soportes relicario era común durante el medievo, quedando documentadas ceremonias de consagración como la de la catedral de Ourense, donde también fueron halladas las reliquias de un santo traídas desde Tours.
La importancia de las reliquias ha sido crucial para el transcurso de la historia; de no ser por el hallazgo de las reliquias del Apóstol no se entendería la ciudad de Santiago. Los restos del Apóstol se convirtieron en el motor que motivó la construcción de la catedral y, con ella, la aparición de un nuevo centro de peregrinación equiparable a Roma o Jerusalén.
Conservación
Después del descubrimiento, la primera intención pasó por ubicar los altares donde pudiesen ser vistos por los visitantes, que, junto con paneles explicativos, diesen cuenta del significado y la primitiva ubicación de los mismos. Finalmente, todo quedó en una buena intención. El criterio de Patrimonio se impuso con la recomendación de «la conservación de los mencionados bienes en el lugar en el que fueron encontrados para respetar la memoria de este templo», tal como se recoge en el informe de valoración de los citados bienes.
El criterio de la conservación in situ de los altares llevó a buscar una solución que, si bien no atenta contra la disposición original, sí lo hace con los retablos bajo los que se sitúan los altares, optando por el recorte de los mismos y por la instalación de un mecanismo para su apertura.
En la actualidad, los altares permanecen bajo los retablos con todo un dispositivo preparado para su conservación, mecanismos como el sistema de luz, que solo se mantuvo en funcionamiento durante un mes, y que sigue a la espera de ser arreglado.

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