Las fotos de Meirelles son el último episodio de bulos y falsificaciones que logran un efímero estatus científico
Autor:
E. D. Salgado
«Resolví divulgar las imágenes porque los mecanismos para proteger a esas poblaciones no tienen servido», confesó esta semana a la BBC José Carlos Meirelles, jefe de la misión de una organización ambientalista de Brasil y autor de las fotografías de un grupo de indígenas en el Amazonas que dieron la vuelta al mundo como prueba de la existencia de una tribu no conocida hasta ahora. Pero la intención de Meirelles se desvirtuó por el camino y él apareció intentando «patentar» un descubrimiento. Las fotos muestran a los indígenas pintados de ocre tratando de alcanzar con sus flechas al helicóptero de la misión. «No sé nada de ellos, y la idea es continuar no sabiendo», concluye Meirelles.
El caso no es el primero de los bulos que se cuelan en los diferentes campos de la historia natural. Otros, premeditados, han durado más. En antropología y paleontología han dado lugar a discusiones de décadas. En la Inglaterra de 1912, el hallazgo del fragmento de un cráneo en Piltdown removió las bases de la ciencia. Se tardaron 41 años en demostrar que el fragmento no era humano. Ese mismo año, en Sudáfrica, Raymond Dart descubrió el cráneo de un niño. Aseguró que se trataba del ancestro más antiguo del hombre. Treinta años después, la química le dio la razón. La radiometría se la quitó a Reiner Protsch, un antropólogo de la Universidad de Fráncfort que presentó un fósil de 36.000 años encontrado cerca de Hamburgo. Era el eslabón perdido con el neandertal, dijo Protsch. Científicos de Oxford desvelaron que el fragmento tenía en realidad 7.500 años. Protsch reconoció que llevaba décadas falsificando sus hallazgos. Pero Oxford y Cambridge no son infalibles. Investigadores de ambas universidades sostuvieron desde los años cincuenta que el ramapithecus (un primate de casi 30 millones de años) era el antecesor del hombre. En 1983 los test bioquímicos negaron las evidencias de las pruebas anatómicas. No había parentesco.
En España, la discusión sobre la datación del hombre de ocre parece cerrada. «Es insostenible la fecha que dio Gibert [descubridor de un fragmento que pretendía humano en 1982] sobre la edad de los restos; no son los más antiguos de Eurasia», afirma Juan Carlos Braga, paleontólogo de la Universidad de Granada. Braga considera que Gibert «era un hombre visceral y emotivo, y esas actitudes no se deben aplicar a la ciencia», y señala que «hay casos de interpretaciones forzadas, voluntaristas». Buenas intenciones o simple equívoco, como quizá en el caso de Meirelles; o precipitación, como sucedió no hace mucho. En el 2006 algunos investigadores quisieron ver en la dramática historia de una familia turca, varios de cuyos miembros caminaban ayudándose con las manos, una posible pista sobre el eslabón perdido. El caso terminó siendo un asunto de neurocientíficos.
Tomado de: http://www.lavozdegalicia.es/sociedad/2008/06/26/0003_6936821.htm
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