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lunes, 1 de septiembre de 2008

El santapolero Alejandro González descubre unos ídolos de piedra en el parque arqueológico del Tolmo de Minateda






Tras volver de Ampurias y de las colonias griegas de Francia representando a Santa Pola como alumno de la Universidad de Alicante, el estudiante de arqueología, Alejandro González Alegre, que reside en Santa Pola, vuelve después de un mes de excavaciones, del importante Parque Arqueológico del Tolmo de Minateda en la provincia de Albacete. Este yacimiento situado en lo alto de una pequeña meseta es conocido desde antiguo y empieza a excavarse a partir de 1988 por la Universidad de Alicante y el Museo de Albacete.Destaca por su emplazamiento en un verdadero cruce de caminos en la vía Complutum - Carthago Nova, que más tarde sería Carthago Spartaria - Toletum, y donde se han encontrado varias inscripciones romanas de gran tamaño en la muralla, así como profundas y numerosas rodadas de carro. En este yacimiento apareció una enorme basílica visigoda con un baptisterio en el que se bautizaba a los habitantes sumergiéndoles en una pequeña piscina, además se encuentra rodeada de tumbas talladas en la propia roca, y con un palacio episcopal que sugiere que podría tratarse de la nueva sede creada a finales del siglo VI, "Eiotana" o "Elotana", entre los años 589 y 610 para administrar parte de la diócesis de Ilici que permanecía en manos visigodas, puesto que el resto estaba en poder de Bizancio.Alejandro González ha estado excavando en la superficie inmediatamente al norte de la basílica, realizando tareas tanto de excavación, como de dibujo planimétrico y de material cerámico. Así, entre los derrumbes de la basílica visigoda y unas viviendas islámicas que se construyen tiempo después, González encontró unos pequeños ídolos tallados en piedra y con un par de protuberancias que salen de lo que sería la cabeza de los mismos, desde luego resultan un verdadero enigma para la arqueología. Descifrar de qué se tratan estos objetos encontrados por Alejandro González llevará tiempo y dedicación, ya que no se conocen muchos ídolos semejantes a estos. El siguiente lugar donde se dispone a excavar González es en el importante santuario ibérico del Puig d'Alcoi.

El Arqua detecta 35 restos de interés en la bahía de Cartagena

Imagen del pecio captada por los especialistas del Arqua durante la campaña de este año L. O.

Los arqueólogos del Museo y la fundación Aurora Trust han logrado captar imágenes de gran precisión del pecio romano que se hundió en aguas cartageneras hace más de 2000 años

EVA CAVAS
Una imagen vale más que mil palabras. Así lo han demostrado los especialistas del Museo Nacional de Arqueología Marítima y Centro Nacional de Investigaciones Arqueológicas Submarinas (Arqua) y la fundación americana Aurora Trust, que han logrado captar imágenes de gran precisión de los tesoros que esconde el fondo marino de Cartagena.Desde la bahía de Cartagena hasta Cabo Tiñoso, estos arqueólogos han llevado a cabo la segunda campaña para buscar y documentar los pecios submarinos y completar la carta arqueológica del litoral. A pesar de que en la campaña de esta año no han encontrado tantas anomalías u objetos de interés arqueológico como en la de 2007, en la que hallaron un total de 120, el equipo del Arqua considera un éxito la expedición ya que gracias a sus modernos equipos han logrado cartografiar todo el fondo marino, que será una herramienta esencial en la gestión, investigación y protección del patrimonio cultural subacuático de la bahía de Cartagena.En la nueva campaña se han localizado 35 nuevas anomalías, entre las que destacan 13 restos de embarcaciones que se han identificado como barcos de pesca hundidos para formar arrecifes artificiales. "Además hemos utilizado una serie de equipos más modernos, como un sonar de barrido lateral y un perfilador de fondos para incidir en los restos que hallamos el año pasado", explicó Rocío Castillo, arqueóloga del Arqua.De esta forma, además de comprobar la naturaleza de las anomalías detectadas, también se ha vuelto a trabajar sobre el pecio romano localizado en 2007 para obtener imágenes de mayor calidad. "Eso ha permitido obtener una exhaustiva documentación del cargamento del pecio, que está compuesto principalmente por ánforas de vino de origen itálico, que permiten datarlo entre finales del siglo II a.C. y mediados del s. I a. C.", afirmó Castillo.Ayudados por una cámara de video de alta de definición y una cámara de fotos se han captado centenares de imágenes del pecio romano. Con ellas, este invierno se montará un fotomosaico que permitirá analizar la distribución del cargamento y documentar los distintos tipos de ánforas presentes. Por otra parte, la información y la documentación gráfica obtenida durante este proyecto se utilizará, con fines científicos y divulgativos, formará parte de los audiovisuales de la exposición permanente que se inaugurará el próximo otoño en la nueva sede del Museo. En cuanto a la protección de estos tesoros submarinos, el Arqua se ha puesto ya en contacto con la Autoridad Portuaria y Capitanía para que se proteja la zona, no sólo de forma física sino también legal.

Roma en medio del castro

Trabajos en una de las estancias de la domus, con el patio de columnas al fondo.

fragmento mural


Rubén Montes y Susana Hevia, junto a una de las columnas

El patio de columnas en el Chao Samartín convierte al yacimiento en único en EspañaLa estancia porticada contiene ocho basas de granito rodeadas de un corredor

Eduardo GARCÍA

La última campaña de excavaciones arqueológicas en el Chao Samartín (Grandas de Salime), que finalizó el pasado viernes, ha definido y consolidado un descubrimiento «sin parangón» en los castros asturianos: el patio romano de columnas, una referencia a la arquitectura clásica en pleno ambiente castreño que pudo tener vigencia hasta finales del siglo I de nuestra era y que demuestra el carácter de capitalidad que llegó a tener este asentamiento, convertido ya, según muchos, en el castro con mayor potencialidad arqueológica de España. Se trata del corazón de la domus, toda una casa del poder en el castro. Los arqueólogos han sacado a la luz un total de ocho columnas de un granito quizá llegado de la zona de Boal o de canteras de Galicia; una estancia porticada que serviría para recibir a los visitantes y para despachar asuntos, y que además permitía nutrir de luz y ventilación a toda la casa. El patio conectaba directamente con la entrada a la domus. En medio de los basamentos de las columnas, rodeados de un corredor a modo de claustro, el director técnico de las excavaciones, Rubén Montes, asegura que «hace tan sólo cinco años esto era un ambiente impensable». La domus, cuya planta estaba ya identificada en anteriores campañas, no deja de deparar sorpresas, aunque no es ni con mucho la mejor «despensa» de materiales del castro. «A finales del siglo I la domus no se reutiliza, sino que se expolia, todo lo utilizable se usa», explica el arqueólogo Ángel Villa, director del plan arqueológico del Navia-Eo. De hecho se sospecha que en algún momento de la Edad Media la antigua casa del señor romano fue reconvertida en centro religioso cristiano. Una sospecha en la que tienen mucho que ver las tumbas -algunas infantiles- de los siglos IX y X halladas en las inmediaciones. La historia se superpone y configura en el Chao Samartín un lugar mágico. El poder romano se asienta aquí no por casualidad. Villa está convencido de que «este castro ya venía desempeñando un papel de capitalidad en su entorno». Lo que hace Roma es añadir poder a las estructuras de poder. El Imperio logra en muy poco tiempo una eficacia administrativa asombrosa. Finalizada la conquista militar, Roma se asienta, crea su mapa fiscal y patrocina una aristocracia local que le va a servir de intermediaria a la hora de la recaudación y que está plenamente consolidada a finales del siglo primero. Es probable -aunque aquí entramos en el terreno de las conjeturas- que el primer inquilino y promotor de la domus del Chao Samartín fuera un administrador romano, que con el paso de las décadas dejaría paso a un recaudador local. Los arqueólogos han constatado una fase inicial de construcción de la domus con trabajo muy fino, y otras posteriores de retoques más gruesos. En cierto modo es ley de vida. Las estancias que se abren al patio porticado tenían una profusa decoración mural en sus paredes. Miles de pequeños fragmentos policromados cubren las mesas de los laboratorios de la excavación a la espera de formar parte de un puzle de enorme complejidad. Algunos de los paneles podrían ser recuperados y recompuestos algún día. Técnica clásica donde las haya. Se trata de frescos sobre mortero, cuyo último enlucido es finísimo. Es entonces cuando se aplica el fondo de color y, sobre él, la decoración geométrica y las figuras. Cuando observamos algunos de los fragmentos se ven con claridad las incisiones con compás que los artesanos realizaban como guía para las pinturas posteriores. La arqueóloga Susana Hevia rescata de una de las cajas en el laboratorio del equipo en Grandas de Salime una pequeña pieza, ya catalogada, cuya perfección pone la piel de gallina. Es precisamente un compás de bronce del siglo I, época de Claudio, que podríamos usar veinte siglos más tarde. Apenas quince centímetros de perfecta simetría. En la llanura sobre la que se asienta el Chao Samartín, en Grandas de Salime, una pertinaz neblina cubría el pasado viernes prados y caminos. Es una neblina habitual, que probablemente no era tan frecuente cuando el poblado castreño estaba en su apogeo al comienzo de nuestra era. La niebla de la mañana viene de la mano del cercano embalse, producto de la modernidad. Era el último día de la campaña y hasta el Chao Samartín subió Pepe Naveiras, Pepe el Ferreiru, alma del Museo Etnográfico de Grandas de Salime (22.000 visitantes anuales, ojo al dato). Se han cumplido treinta años desde que Pepe el Ferreiru comenzó a excavar, ayudado por útiles caseros, en una finca de la familia de Manuel Barcia. Bajo aquel prao se escondía un monumento y una historia épica, la de un pueblo cuyo asentamiento primitivo fortificado está probado en el año 800 a. C. y que fue abandonado a raíz del terremoto que asoló el castro entre el año 160 y el 170 de nuestra era. En una de las vitrinas del fantástico museo del Chao Samartín se expone un pequeño recipiente de cerámica con la imagen de un león estampada en su superficie. Fue una de las primeras piezas rescatadas del olvido y el subsuelo por Naveiras y quienes le ayudaron. Pepe el Ferreiru observa el trabajo de los jóvenes arqueólogos en el Chao Samartín. «Hacía ya algún tiempo que no pasaba por aquí. Esto es impresionante, increíble», recita casi para sí. «Esto es acojonante».

Tomado de: http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2008090100_46_671206__Sociedad-y-Cultura-Roma-medio-castro