Las obras del futuro Centro de Visitantes de San Cayetano han sacado a la luz restos de cabañas, ajuares y sepulturas de hace 4.000 años
MANUEL MADRID
Los arqueólogos lo tienen claro: el cerro de Monteagudo es un pozo sin fondo, cada vez que se hace una excavación se desvela un nuevo misterio. Y eso ha ocurrido de nuevo este verano con el inesperado hallazgo del más importante yacimiento argárico aparecido de la Región, según la concejala de Turismo de Murcia, María Isabel Valcárcel. Fruto de las excavaciones realizadas para la construcción en la zona del Centro de Visitantes de San Cayetano, un proyecto impulsado por el Consorcio Turístico 'Murcia, cruce de caminos', la sorpresa ha sido encontrar parte del poblado prehistórico que se estableció en este lugar estratégico hace unos 4.000 años. El conjunto está formado por ocho cabañas -sólo una se conserva completa- en torno a una plaza o jardín, todas ellas con hornos -"los fogones más antiguos de Murcia", según la arqueóloga que ha dirigido la excavación Ana Pujante Martínez- y sepulturas en su interior en las que se han contabilizado 20 esqueletos.Los restos aparecidos corresponden al segundo milenio antes de Cristo, vinculados por tanto a la Edad de Bronce, destacando la fase del Bronce Argárico (1700-1000 a.C.), la misma época que las piedras de Stonehege en Inglaterra, que el reinado de Amenofis IV en Egipto y la civilización minóica en la isla de Creta. Las 'viviendas' tienen forma alargada aprovechando al máximo la pendiente del cerro y al menos tres presentan una habitación con ábside. En los muros de las cabañas se identifican claramente los agujeros para colocar los postes en los que sujetaban las telas que recubrían la estructura. En uno de los hornos se encontró un conjunto de recipientes cerámicos con tipologías argáricas: una gran urna y varios cuencos, un molino y esteras de esparto, así como abundantes fragmentos de sílex y un punzón de hueso. También aparecieron restos de un capazo de esparto y semillas.En la época argárica, según relata la arqueóloga Ana Pujante, los difuntos eran enterrados en su casa. Para crear estos espacios funerarios el suelo se recrecía y las sepulturas se iban cubriendo con espesas capas de adobe amasado. Sobre ellas se ponían rebancos, que también se han conservado aquí. En el caso de las cabañas III y IV se ha podido documentar perfectamente cómo eran las prácticas funerarias. Por ejemplo, la mayoría de las sepulturas excavadas se hallaban al vacío sin intrusiones de sedimento o tierra. "Eso significa que la masa de adobe con las que eran precintadas debió ser bastante efectiva", razona la arqueóloga, quien subraya como novedad que en dos de los enterramientos en urna se ha podido comprobar que los inhumados presentaban las extremidades cogidas con esparto, forzando así la posición fetal. "Es propia del ritual de enterramiento de la cultura argárica -insiste Pujante-, aspecto que comúnmente se ha supuesto pero que hasta el momento no se había comprobado". Estas sepulturas han aparecido con vasos de cerámica con forma de tulipa y cuenco, pendientes en espiral o aro de cobre y algún punzón. También hay adornos de hueso, concha y alguna pieza de pasta vítrea, que podría ser de Egipto.Todos los restos serán puestos a disposición de la dirección general de Bienes Culturales y el objetivo es que puedan exhibirse en el nuevo centro de visitantes, que a pesar de los retrasos en la excavación arqueológica podrá cumplir los plazos de ejecución. El proyecto de Andrés Cánovas y Nicolás Maruri que ejecuta la empresa murciana Intersa tendrá que modificarse ligeramente.
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